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El kéfir es una bebida milenaria conocida por sus múltiples propiedades beneficiosas para la salud. En Kaiku Sin Lactosa somos unos entusiastas de este probiótico y por eso, hoy te contamos las principales diferencias y similitudes entre el kéfir de agua y leche. Para que puedas probarlos y elegir la opción que más te guste.
El kéfir es una bebida que tiene origen en los pueblos del Cáucaso. Su nombre proviene de la palabra turca ¨keif¨ que significa ¨sentirse bien¨ o ¨sabor agradable¨. Este fermento es, desde hace siglos, parte de la dieta de estos pueblos y actualmente su producción y consumo se ha expandido por todo el mundo.
El kéfir tiene un gran valor nutricional y puede prepararse utilizando como base tanto agua como leche. La principal diferencia entre ambas es que, con esta última, además de los fermentos, contiene vitaminas, proteínas y grasas propias de la leche. Mientras que la elaborada a base de agua, es más bien una bebida carbonatada, de sabor ácido y con un rico aroma frutal, que lleva consigo las propiedades que le otorga la fermentación pero sin mayor valor nutricional.
Por otro lado, el kéfir de leche se prepara utilizando los llamados ¨nódulos de kéfir¨. Estas partículas con un aspecto similar a las flores de coliflor, están compuestas por estructuras polisacáridas donde conviven microorganismos como hongos y bacterias.
Por el contrario, el kéfir de agua se prepara utilizando ¨tibicos¨. Esta suerte de granitos, no se agrupan como los nódulos de leche y son transparentes, asumiendo el color de la bebida en la cual se fermentan.
Además, otra de las diferencias entre el kéfir de agua y leche es la cantidad que podemos consumir. Para el kéfir de leche el consumo recomendado es de uno a dos vasos al día, mientras que en el caso del kéfir de agua se pueden tomar hasta dos litros diarios.
Siempre tienes la opción de comprar el kéfir de Kaiku Sin Lactosa, pero si prefieres, también puedes prepararlo en casa. Una de las dudas más comunes es si es posible convertir el kéfir de agua en kéfir de leche y la respuesta es sí. Si tienes los tibicos con los que sueles preparar kéfir de agua, puedes perfectamente utilizarlos para preparar kéfir de leche. Sigue los siguientes pasos para hacerlo.
Paso 1: Hidratar los tibicos
Debes dejar que se hidraten durante una noche en media taza de leche. Utiliza un recipiente de cristal con tapa.
Cuela los tibicos ya hidratados y lávalos para después introducirlos en una botella de cristal con una capacidad de, al menos, un litro.
Añade la leche en la botella con los tibicos y déjala reposar toda la noche a temperatura ambiente.
Pasado este tiempo, el kéfir estará listo para tomar. Recuerda que debes colarlo para retirar los tibicos y después meterlo en el frigorífico. Cuando esté frio lo tendrás listo.
Más allá de las diferencias en la preparación entre una y otra bebida y las cantidades adecuadas para su consumo, ambas preparaciones nos aportan microorganismos que son parte esencial de nuestra flora intestinal.
Por tanto determinar cuál es mejor dependerá de si queremos o no sumar a la bebida los nutrientes propios de la leche. Entendiendo que estos pueden ser beneficiosos para algunas personas y no para otras.
Con independencia del método de preparación, el kéfir es un probiótico excepcional. Los beneficios para el buen funcionamiento de nuestro sistema digestivo es indiscutible y su consumo durante siglos lo confirma. La carga de nutrientes es tan potente que incluso se recomienda el consumo de kéfir en el embarazo.
Además el kéfir es ideal para preparar todo tipo de bebidas que pueden acompañar nuestras comidas, en especial los desayunos y meriendas.
Te invitamos a probar esta bebida ancestral y que tú mismo compruebes las diferencias entre el kéfir de agua y de leche.